sábado, 28 de noviembre de 2009

Un día no basta


Van a ser 10 años desde que la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó en su 54ª sesión la Resolución 54/134 en la que declaraba el 25 de noviembre Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, aunque ya desde el 1er Encuentro Feminista de Latinoamérica y del Caribe, celebrado en Bogotá en julio de 1981, se había declarado ese día como una fecha que pusiera en evidencia las diversas formas de violencia que sufrimos las mujeres y la necesidad de erradicar la violencia de nuestras vidas.

La fecha no es tomada al azar, sino que conmemora el asesinato de las hermanas Patria, Minerva y María Teresa Mirabal, dominicanas que lucharon contra la dictadura de Trujillo, quien fue el responsable de su asesinato.

Cuentan que Trujillo estaba loco por Minerva y que el rechazo de ella, pues estaba en contra de su política, fue el inicio de la represión y persecución de toda la familia. Es que para Trujillo las mujeres eran objetos que podría utilizar a su libre albedrío, sobre todo mujeres jóvenes. Las consideradas más hermosas pasaban a ser de su propiedad, caso contrario la familia corría el riesgo de perderlo todo, por lo que muchas veces tenían que ceder a las presiones del dictador. Mujeres objetualizadas, violadas por los dueños del poder, son el claro reflejo de cómo nuestros cuerpos son parte de los campos de batalla en épocas de guerra, de dictaduras, de autoritarismo.

En el Perú, en el período del conflicto armado, la violencia sexual y las violaciones fueron un método de tortura a la que se sometió sobre todo a las mujeres, a las mujeres en las comunidades, a las mujeres en las cárceles, para demostrar el poder masculino, para inferiorizar a los hombres de las propias comunidades, para comprobar la victoria sobre el otro. Lamentablemente en el país, aunque según el informe de la Comisión de la Verdad la mayoría de violaciones sexuales se pueden atribuir a las fuerzas contrasubversivas, la violencia hacia las mujeres constituye en realidad un punto de encuentro entre éstas y las fuerzas militares, en la medida en que para ambos grupos las mujeres fueron objetos de uso y abuso.

Según las últimas informaciones, el Consejo de Reparaciones ha registrado hasta el momento los testimonios de 4,949 mujeres que denunciaron haber sido víctimas de violación sexual durante esa época, pese a lo cual sólo 8 casos de violación sexual han sido denunciados y sólo uno avanza en los tribunales, según señaló Diana Portal de la organización DEMUS en rueda de prensa.

Aunque una podría pensar que en tiempos de paz la violencia contra las mujeres y las violaciones sexuales deberían desaparecer, lamentablemente las evidencias nos dicen lo contrario. Al ser la violencia una cuestión de control y poder, de una mirada inferiorizante de la otra o de los que consideramos menos, sigue perpetuándose y siguen violentándose a niñas y mujeres sin que hayan medidas más efectivas dirigidas a modificar las relaciones de género y cambiar las estructuras mentales en las que se sustenta la dominación masculina. El año 2008, según el Instituto de Medicina Legal, se realizaron en esta institución 34,994 exámenes de integridad sexual y hubieron 7,560 denuncias de violación sexual atendidas por la PNP. El 91,7% (6,932) de las víctimas son mujeres y el 44% de las denuncias recibidas por la PNP corresponden a jóvenes entre los 14 y 17 años. Otro dato que debe llenarnos de indignación es el que nos da el Ministerio de la Mujer y Desarrollo Social, que señala que en este año han atendido en los Centros de Emergencia Mujer 2,028 casos de abuso sexual a menores.

Y es que los esfuerzos por desarrollar nuevos imaginarios y proponer nuevas formas de relación entre los géneros que se basen en el respeto y reconocimiento de la otra como igual en humanidad, que realizan algunas instituciones, organizaciones, mujeres y hombres comprometidos, chocan con enormes barreras que tienen en buena medida que ver con la implantación del consumo como medida de éxito en la vida, con el individualismo reinante, con las imágenes que sobre la mujer se imponen en la publicidad, en los videojuegos y en los medios masivos, donde las mujeres son presentadas en muchas ocasiones básicamente como objeto de uso y de deseo.

Hasta hace unos pocos días, al abrir la página Web del un diario serio como la República, nos encontrábamos con la publicidad de un canal de cable en la que un chico miraba en contrapicado las piernas de una esbelta chica pasando y decía que un hombre sólo quiere dos cosas: "todo y sexo". Posiciona esa publicidad una visión de los hombres sólo como sujetos deseantes y de las mujeres sólo como objeto del deseo sexual y posibilidad de posesión, y por supuesto creemos que los hombres o muchos de ellos tienen una mayor sensibilidad y diferentes sentimientos y expectativas en una relación que sólo el sexo. Qué decir de la última publicidad de Brahma que, a más de incentivar las faltas de ortografías al señalar que vida se escribe con B de Brahma, nos dice más de lo mismo: chicos jóvenes, chorreando cervezas y mujeres provocativas "provocando" a los chicos que por consumir cerveza son o podrían ser los dueños del territorio y de sus cuerpos.

Un acápite particular en el tratamiento que tienen las mujeres y en la reproducción de los estereotipos de género merecen algunos videojuegos, masivas formas de entretenimiento de niños, niñas adolescentes, jóvenes y adultos. No se trata de que los videojuegos sean negativos per se, sino lo que en ellos se juega, y aquí hay una amplia gama de juegos casi desconocidos para los adultos y adultas y que son altamente accesibles en Lima o en cualquier ciudad del país o que se pueden bajar por Internet. Entre ellos están videojuegos como Gran Theft Auto San Andreas, muy popular por cierto, en el cual el protagonista, luego de utilizar los servicios de una prostituta, puede matarla para recuperar el dinero que le ha pagado, o el prohibido Repelay, desarrollado en el Japón y sacado del mercado gracias a la presión de las organizaciones de mujeres (1), cuyo objetivo es violar la mayor cantidad de mujeres, incluyendo una niña de unos 10 años. Pese a que se supone que se dirige a un público adulto y que este juego ha sido retirado, se sigue encontrando posibilidades de comprarlo e incluso de bajar versiones gratis de Internet, así como de otros como el Benki Kuosoko, en el que el jugador tortura sexualmente con variados objetos a una muchacha desnuda, o el Sociolotron, en el que encontramos violaciones y esclavitud sexual en algunas partes del juego.

"Las mujeres son criaturas estúpidas que no saben hacer otra cosa que cocinarnos la cena. Esto sólo demuestra su estupidez," dice un correo enviado a Acción Mujeres de Igualdad Ya en protesta por su acción contra los juegos simuladores de violación en Japón, y contra Repelay en particular.

"Le tienes muchas ganas a una compañera de oficina y no sabes como hacer para follarla, sigue los pasos para poder follarla como gustes," se puede leer en la explicación de un videojuego de porno hentai que puede bajarse de Internet.

Si bien es cierto no creemos que el hecho de jugar estos videojuegos signifique que todos los chicos saldrán a violar a las mujeres de inmediato, el riesgo que se corre es que las violaciones y abusos a las mujeres sean considerados como parte de lo "normal", de lo que te puede suceder al ir al baño en un cine o en el colegio, en la medida en que en ellos se incentiva una figura masculina que es valorada por su fuerza, valentía, poder, capacidad de dominar, mientras que la figura femenina se presenta como frágil, sumisa, dispuesta a satisfacer las demandas masculinas en cualquier momento.

Las elevadas estadísticas de violencia contra la mujer, de violación y abuso sexual que encontramos en el país requieren de la acción comprometida de todos y de todas para instaurar nuevas prácticas en las relaciones de género, que erradiquen la violencia y que creen las bases para que todos y todas tengamos la posibilidad de vivir sin violencia. Los Estados tienen un gran compromiso en ello, tal como lo señala un informe presentado por la CEPAL , en el que propone que la lucha contra la violencia hacia las mujeres tiene que tener "tres pilares básicos: protección jurídica, políticas públicas y cultura del respeto".

Solamente tomando urgentes medidas en esas líneas haremos posible que un día no tengamos que tener un día al año para recordar esta dura situación que vivimos las mujeres en el mundo.

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